29 oct. La Habana, joya del Caribe, seduce a los viajeros con su mezcla única de arquitectura colonial, cultura vibrante y tradiciones centenarias. Entre sus múltiples atractivos, el sistema de fortificaciones que custodia su bahía representa uno de los conjuntos históricos más impresionantes de América, siendo parada obligatoria para quienes deseen comprender la esencia de esta ciudad extraordinaria. El Parque Histórico Militar Morro-Cabaña, un complejo donde convergen siglos de historia, encapsula esta grandeza en sus dos emblemáticas fortalezas.
Es la más emblemática de las fortalezas cubanas, comenzó a construirse en 1589 y su obra concluyó en 1630 a cargo del ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli. Su diseño es un polígono irregular, adaptado a la topografía del arrecife sobre el que fue erigido. Con una dotación de 200 hombres y varias baterías de cañones, fue pieza clave en la defensa de La Habana. En 1762, durante la toma de la ciudad por los ingleses, el castillo resistió durante varias semanas el asedio de tropas conjuntas del ejército y la marina británicos; los invasores solo pudieron apoderarse de La Habana luego de hacer estallar una mina bajo sus muros. Pocos años después de su construcción se le anexó un faro, que fue sustituido en 1845 por el actual, de sillería y 45 metros de altura, el cual se ha convertido en una de las imágenes más conocidas de la urbe.
Está reconocida como la mayor de las instalaciones militares creadas por España en América. Fue construida entre 1763 y 1774, una vez devuelta La Habana por los ingleses a cambio de La Florida. Ocupa un vasto polígono de 10 hectáreas con más de 700 metros de muralla, compuesto por baluartes, revellines, fosos, camino cubierto, cuarteles y almacenes. Su capacidad militar era enorme; se estima que para 1863 su equipamiento podía ser de 245 piezas de artillería. En el siglo XX, al triunfo de la revolución, fue tomada por Ernesto Guevara, quien estableció allí su Comandancia General. Hoy alberga el Museo de Armas, el Museo de la Comandancia del Che y un Museo Monográfico que describe su historia.
Aquí se mantiene viva una de las tradiciones más queridas por los habaneros: la ceremonia del Cañonazo de las Nueve. En épocas coloniales, un cañonazo avisaba el cierre de las puertas de la muralla. Después que estas fueron derribadas, la costumbre continuó, y hoy, una dotación de soldados vestidos a la usanza del siglo XVIII dispara el cañón cada noche a las 9:00 pm, en un espectáculo que atrae a visitantes y locales por igual.
Visitar el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña es realizar un viaje a través de cinco siglos de historia viva. Es caminar por calles adoquinadas, admirar los vetustos y sólidos muros que resistieron asedios, y subir al faro para captar las más bellas imágenes de La Habana. Es, en definitiva, una experiencia imprescindible que invita a todos a ser testigos de la grandeza que siguen respirando estas murallas centenarias.