11 may. En La Habana, un singular edificio se alza en la Plaza de Armas, distinguiéndose de los demás no solo por su aspecto, sino por la historia que cuenta. El conocido Templete, monumento que marca el lugar fundacional de la capital cubana, fue inaugurado el 19 de marzo de 1828, bajo el auspicio del Capitán General de la Isla Francisco Dionisio Vives y del obispo de La Habana Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa.
Se erige exactamente en el sitio donde ocurrió la fundación de la séptima villa cubana, el 16 de noviembre de 1519. Allí tuvieron lugar, también, el primer cabildo y la primera misa católica, el acto religioso al que el Historiador de La Habana, Eusebio Leal, ha llamado “el bautismo de la ciudad”.
La edificación de estilo neoclásico recuerda a los antiguos templos griegos, con seis columnas dóricas al frente, cuatro en los costados, frisos ornamentados y piso de mármol blanco. En el interior, el edificio alberga un busto de Cristóbal Colón y tres cuadros de Jean-Baptiste Vermay (1786–1833) que representan los hechos acontecidos en ese lugar y la inauguración del mismo. Además, allí descansan los restos del pintor francés y su esposa.
En 1754 fue erigida la Columna de Cagigal, llamada así por el Capitán General que ordenó su construcción. Dicha pilastra consta de tres caras, las cuales representan de la división provincial del país. También, están inscritos dos textos, uno en latín y otro en castellano antiguo. En lo alto luce la imagen de la virgen del Pilar, patrona de los navegantes españoles, y en la base un busto de mármol de Don Hernando de Soto, primer gobernador de la villa de La Habana.
El complejo está rodeado por una imponente cerca de lanzas de hierro terminadas en puntas de bronce y pilares que sostienen copas coronadas con piñas, dándole el toque tropical al monumento.
La ceiba es quizá el elemento más conocido del conjunto, por la tradición tejida a su alrededor. Hasta la actualidad diez árboles han custodiado la ciudad, siendo plantado el último de ellos en abril de 2017.
Según la costumbre, girar alrededor de ella, tocarla, abrazarla, incluso besarla trae prosperidad. Allí se celebra cada 15 de noviembre la misa de los mudos en honor a San Cristóbal y constituye la única ceremonia que integra al catolicismo y elementos de la religión yoruba afrocubana.
Año tras año, en vísperas del aniversario de la ciudad, cientos de personas acuden a la Catedral de La Habana. Allí, siguen una antigua tradición: permanecer en silencio hasta el final del acto solemne, durante el cual los presentes veneran la imagen de San Cristóbal. Como culminación, los participantes, en el mismo estado de mutismo, se dirigen hacia el árbol del pequeño monumento, donde realizan el rito, piden un deseo y dan por cumplida la promesa.
Con el paso de los siglos, la ceiba y El Templete, se han convertido en símbolo, no sólo de la capital, sino de la sociedad cubana, del marcado sincretismo y el encuentro cultural hispano-africano que distingue inequívocamente a la Mayor de las Antillas.